Desde que me gradué de la escuela de Arquitectura soñé en diseñar y construir mi propia casa. La imagen de lo que sería mi casa fue cambiando durante distintas etapas de mi vida, pero veinticuatro años después de haberme graduado, tuve la oportunidad de comprar un terreno en el bosque. Había escuchado de arquitectos que se diseñaban su propia casa entrar en un proceso de duda o de continuo diseñar sin llegar a una solución satisfactoria. Yo no tenía ni tiempo ni dinero para enredarme con el diseño o con la construcción de mi casa. Yo necesitaba una casa sencilla lo más pronto posible. Mi casa no sería mi manifiesto arquitectónico en cuanto a que cada esquina estuviera diseñada hasta su ultimo detalle. Mi casa no sería una casa de arquitecto. Mi casa sería una casa para una persona que disfruta cocinar, leer y atender su jardín. Mi casa sería una casa para ser habitada, con toda la calidez y todo el caos que eso implica.
Me imaginé una casa chica pero que se sintiera amplía. Me la imagine como un estudio, sin muros intermedios dividiendo los espacios excepto por un núcleo de servicio que contuviera el baño y la cocina. El resto del espacio estaría abierto y la función de cada area se vería implicada por un tan solo un cambio de piso o por un mueble que sirviera como herramienta para una función específica. Me la imagine como me imagino yo de niño imaginándome una casa de campo: Muros profundos, techo inclinado de madera, ventanas profundas. Me imaginaba una casa que no se sintiera nueva, sino que pareciera que estaba ya ahi esperándome a habitarla.
Este es un blog sobre la experiencia de vivir esa casa, mi casa, la casa básica.